INTRO - HACE CALOR
1.- Totoritas, Km 86 Panamericana Sur, 1983/84/85
Es la playa a la que voy desde que nací, incluso desde antes, cuando mi madre estaba embarazada e iba de visita a la casa de unos amigos, antes de construir la nuestra, allá por 1979. No recuerdo mucho mis épocas de niño, pero quizá uno de los primeras cosas que vienen a mi mente son esas tardes en una Totoritas casi sin casas, con parques pelados, lejos del verdor que ahora lucen, donde un puñado de 30 ó 40 casas daban una vida única a una playa absolutamente distinta a lo que vendría luego, con el boom “Eisha” (acaso un espíritu similar guarden Las Palmas, o quizá Bujama). Esos tiempos en los que me quedaba con mi madre los 3 meses del verano de corrido, mientras mi papá iba a trabajar. Que jugaba como pato en el agua durante las mañanas y antes de la puesta de sol caminaba con mi madre, la recuerdo preciosa en una salida de baño blanca muy hippie –quién lo diría ahora-, a la hora precisa para estar en la playa en el mejor momento del día, cuando el sol baja, la arena es cálida como un abrazo en los pies y el viento te acaricia las mejillas de tres o cuatro años. Mis recuerdos se confunden con veranos que vinieron luego, los baños de 8 ó 10 ó 12 años a las 6 pm con el agua hasta el cuello en un mar manso y cálido, las amigas que hice, tan valiosas hasta hoy, los amigos que mañana mismo me acompañarán si se los pido, que iban desde Lima para jugar al tenis, al fútbol o –sí, claro que sí- para cazar lagartijas o tan solo montar bicicleta. Nunca tuve un grupo oriundo de Totoritas, y eso, como es lógico, puede entristecer a un pequeño entre 4 y 12 años, pero vaya que son inolvidables esos veranos que ahora quiero resumir, como un símbolo, en aquellos 1983-84-85, cuando desde mi terraza se veían la carretera y los cerros, por la falta de casas que los taparan, como sucede ahora con el boom urbanizador. Mejor(es) verano(s)… imposible.
2 . Málaga, España, 2002 -2003/ Marbella 2003
Es curioso, uno de los mejores veranos que pasé fue para mí un invierno. Cuando ya el sol empezaba a abrasar mi querida Lima partí a comienzos de enero a un intercambio a España, a la Universidad de Málaga, donde ciertamente aproveché más lo turístico que lo académico (y conocí a mis parientes españoles, de paso). Estando allá, mientras mis padres me saludaban desde una cabina de Internet en la Plaza de Mala, y se veía el sol ingente detrás de ellos, yo me moría de frío, en un febrero inclemente en cuanta ciudad visité. Es cierto que Málaga, mi ciudad base, tiene un invierno benevolente, lleno de sol durante el día, uno que otro chaparrón aparte, por lo que tampoco sufrí mucho. La pasé genial, conocí gente espectacular y al año siguiente, 2003, regresé a aquella ciudad, parecida a una Miraflores con cerros y ruinas, para la Semana Santa, una de las mejores experiencias de mi vida. Ahí, ya en primavera, pude disfrutar un poco del mar Mediterráneo, bañarme en sus costas rodeado de mujeres en topless y barrigones sin vergüenza alguna, y hasta logré darme una escapada a Marbella donde pude observar cómo empezaba el verano a armarse desde abril, con jeques árabes que conducían Ferraris en tierra y yates de lujo en el mar. No hay nada como leer un buen libro frente al Mediterráneo, no sé cómo explicarlo. La falta de olas… quizá. No he vuelto desde entonces. Sigue siendo una deuda pendiente desde hace 7 años.
3 . Universidad Católica, 1998.
Sí, aunque parezca ridículo, uno de mis mejores veranos lo recuerdo claramente en los patios de Letras de la PUCP. No en San Bartolo, ni en idas eventuales a Santa María ni en las primeras juergas en Ibiza y luego en Asia. Ese verano me vi obligado a llevar cursos para no atrasarme tanto luego de mi cambio de Ciencias a Letras. Acababa de hacer amigos que hasta ahora conservo y cuya amistad sirve perfectamente para retratar lo más importante de mí y definir mi relación con el mundo. Algunos llevábamos cursos juntos, otro iban simplemente a pasar el rato, a jugar fútbol cuando saliéramos los que estábamos en clases, a almorzar juntos, a jugar voley, a irnos a la playa luego, a comernos un cevichito o a tomarnos unas chelas en el Hueco Verde o en el Elo’s. Ese verano nos juntábamos en el “cooler” y sacábamos los libros para estudiar, pero también los naipes –el Ocho Loco era de rigor- o el tablero de ajedrez prestado del CF, o simplemente conversar de lo que sea. Del Mundial que se venía, de Fujimori, de Clinton, de Cuba y por qué algunos estábamos en contra y otros a favor, de eso o de lo que fuera. Verano sin mucha arena y sol, ni mar ni azul, pero sí con la paloma coja dando vueltas, estudios que luego sirvieron más para afianzar amistades que para hacernos eruditos, y amistad por sobre todo. Y bromas, y risas y amistad otra vez. Sí, es uno de mis mejores veranos, aquel entre las paredes de la Católica, en esa rotonda, sentado y escuchando cómo mis amigas cantaban a la tarada de Fey. Azúcar Amargo, era la canción. Dulce y amargo es el recuerdo nostálgico que ahora tengo. Más dulce, por supuesto. Salud.
2 . Málaga, España, 2002 -2003/ Marbella 2003
Es curioso, uno de los mejores veranos que pasé fue para mí un invierno. Cuando ya el sol empezaba a abrasar mi querida Lima partí a comienzos de enero a un intercambio a España, a la Universidad de Málaga, donde ciertamente aproveché más lo turístico que lo académico (y conocí a mis parientes españoles, de paso). Estando allá, mientras mis padres me saludaban desde una cabina de Internet en la Plaza de Mala, y se veía el sol ingente detrás de ellos, yo me moría de frío, en un febrero inclemente en cuanta ciudad visité. Es cierto que Málaga, mi ciudad base, tiene un invierno benevolente, lleno de sol durante el día, uno que otro chaparrón aparte, por lo que tampoco sufrí mucho. La pasé genial, conocí gente espectacular y al año siguiente, 2003, regresé a aquella ciudad, parecida a una Miraflores con cerros y ruinas, para la Semana Santa, una de las mejores experiencias de mi vida. Ahí, ya en primavera, pude disfrutar un poco del mar Mediterráneo, bañarme en sus costas rodeado de mujeres en topless y barrigones sin vergüenza alguna, y hasta logré darme una escapada a Marbella donde pude observar cómo empezaba el verano a armarse desde abril, con jeques árabes que conducían Ferraris en tierra y yates de lujo en el mar. No hay nada como leer un buen libro frente al Mediterráneo, no sé cómo explicarlo. La falta de olas… quizá. No he vuelto desde entonces. Sigue siendo una deuda pendiente desde hace 7 años.
3 . Universidad Católica, 1998.
Sí, aunque parezca ridículo, uno de mis mejores veranos lo recuerdo claramente en los patios de Letras de la PUCP. No en San Bartolo, ni en idas eventuales a Santa María ni en las primeras juergas en Ibiza y luego en Asia. Ese verano me vi obligado a llevar cursos para no atrasarme tanto luego de mi cambio de Ciencias a Letras. Acababa de hacer amigos que hasta ahora conservo y cuya amistad sirve perfectamente para retratar lo más importante de mí y definir mi relación con el mundo. Algunos llevábamos cursos juntos, otro iban simplemente a pasar el rato, a jugar fútbol cuando saliéramos los que estábamos en clases, a almorzar juntos, a jugar voley, a irnos a la playa luego, a comernos un cevichito o a tomarnos unas chelas en el Hueco Verde o en el Elo’s. Ese verano nos juntábamos en el “cooler” y sacábamos los libros para estudiar, pero también los naipes –el Ocho Loco era de rigor- o el tablero de ajedrez prestado del CF, o simplemente conversar de lo que sea. Del Mundial que se venía, de Fujimori, de Clinton, de Cuba y por qué algunos estábamos en contra y otros a favor, de eso o de lo que fuera. Verano sin mucha arena y sol, ni mar ni azul, pero sí con la paloma coja dando vueltas, estudios que luego sirvieron más para afianzar amistades que para hacernos eruditos, y amistad por sobre todo. Y bromas, y risas y amistad otra vez. Sí, es uno de mis mejores veranos, aquel entre las paredes de la Católica, en esa rotonda, sentado y escuchando cómo mis amigas cantaban a la tarada de Fey. Azúcar Amargo, era la canción. Dulce y amargo es el recuerdo nostálgico que ahora tengo. Más dulce, por supuesto. Salud.
BONUS TRACKS: EN BUSCA DEL VERANO PERFECTO
4. Una playa paradisíaca, solo, sin gente alrededor
En un bungalow frente al mar, en una orilla desierta, o al menos casi sin gente, puede ser al norte del Perú, como en una isla tropical como en alguna playa perdida de Tailandia, una a la que no haya llegado el turismo. Con suficiente acercamiento a la civilización como para tener una laptop para escribir lo que se me ocurra, unos buenos libros para hincarles el diente, suficiente cerveza y vodka (y jugo de tomate para el Bloody Mary) como para no tener que ir a ninguna tienda o pueblo a comprar si hiciera falta, en soledad, mirando al mar todas las tardes, viendo cómo un sol del tamaño de una gran naranja se hunde en las aguas. Sí, puede ser un poco idílico y bastante aburrido, pero me gustaría pasar al menos un verano así. O al menos un mes o un par de semanas si no es la temporada completa. Es un sueño que aún no cumplo porque siempre que he tomado vacaciones para algo similar –para ir a Punta Sal o a Máncora, por ejemplo- lo he hecho acompañado y en otro plan, y por poco tiempo. No pido mucho, esencialmente tranquilidad y comunión con la naturaleza. Hay gente a la que no le gusta la playa y pueden soñar con un verano en alguna región no muy calurosa, lejos de la arena. Si hay alguien por ahí que así lo piensa, por favor coméntelo. Yo, por mi parte, quiero mi verano en soledad frente al mar.
5. Totoritas, en familia, algunos, quizá muchos, años en el futuro
Díganme sentimental, pero en verdad me gustaría pasar un verano, con idas y venidas al trabajo o a la ciudad, no importa, pero que pueda recordar o llevarme conmigo a donde tenga que llevármelo con la imagen de una esposa feliz, mis padres aún vigorosos y playeros y, sí, tengo que decirlo, rodeado de nietos que corretean por la arena o por la terraza o por el parque donde yo aprendí a montar bicicleta y me hice añicos las rodillas. Jugar fútbol con ellos, leerles cuentos, jugar a las cartas con mis padres y mi mujer y tomar unos buenos vinos luego de una sabrosa parrilla con mis hijos y sus respectivas parejas mientras los pequeños duermen quizá en la cama donde yo dormía. No sé si este sueño se pueda realizar, porque no depende de mí del todo, pero no pierdo nada soñándolo. Las cosas que uno más quisiera vivir a veces no están lejos de casa, en viajes por Egipto o India e incluso la Luna. Los momentos que uno quiere vivir antes de partir a veces uno quisiera que transcurran en los lugares más familiares, más visitados, más conocidos, con menos sorpresas, pero no por eso faltos de intensidad, amor y esa cuota de deseabilidad que todo sueño debe tener para calificar como sueño.
4. Una playa paradisíaca, solo, sin gente alrededor
En un bungalow frente al mar, en una orilla desierta, o al menos casi sin gente, puede ser al norte del Perú, como en una isla tropical como en alguna playa perdida de Tailandia, una a la que no haya llegado el turismo. Con suficiente acercamiento a la civilización como para tener una laptop para escribir lo que se me ocurra, unos buenos libros para hincarles el diente, suficiente cerveza y vodka (y jugo de tomate para el Bloody Mary) como para no tener que ir a ninguna tienda o pueblo a comprar si hiciera falta, en soledad, mirando al mar todas las tardes, viendo cómo un sol del tamaño de una gran naranja se hunde en las aguas. Sí, puede ser un poco idílico y bastante aburrido, pero me gustaría pasar al menos un verano así. O al menos un mes o un par de semanas si no es la temporada completa. Es un sueño que aún no cumplo porque siempre que he tomado vacaciones para algo similar –para ir a Punta Sal o a Máncora, por ejemplo- lo he hecho acompañado y en otro plan, y por poco tiempo. No pido mucho, esencialmente tranquilidad y comunión con la naturaleza. Hay gente a la que no le gusta la playa y pueden soñar con un verano en alguna región no muy calurosa, lejos de la arena. Si hay alguien por ahí que así lo piensa, por favor coméntelo. Yo, por mi parte, quiero mi verano en soledad frente al mar.
5. Totoritas, en familia, algunos, quizá muchos, años en el futuro
Díganme sentimental, pero en verdad me gustaría pasar un verano, con idas y venidas al trabajo o a la ciudad, no importa, pero que pueda recordar o llevarme conmigo a donde tenga que llevármelo con la imagen de una esposa feliz, mis padres aún vigorosos y playeros y, sí, tengo que decirlo, rodeado de nietos que corretean por la arena o por la terraza o por el parque donde yo aprendí a montar bicicleta y me hice añicos las rodillas. Jugar fútbol con ellos, leerles cuentos, jugar a las cartas con mis padres y mi mujer y tomar unos buenos vinos luego de una sabrosa parrilla con mis hijos y sus respectivas parejas mientras los pequeños duermen quizá en la cama donde yo dormía. No sé si este sueño se pueda realizar, porque no depende de mí del todo, pero no pierdo nada soñándolo. Las cosas que uno más quisiera vivir a veces no están lejos de casa, en viajes por Egipto o India e incluso la Luna. Los momentos que uno quiere vivir antes de partir a veces uno quisiera que transcurran en los lugares más familiares, más visitados, más conocidos, con menos sorpresas, pero no por eso faltos de intensidad, amor y esa cuota de deseabilidad que todo sueño debe tener para calificar como sueño.
Te veo bien feeling... tema muy abierto, pero a ver, haré algo de memoria (cronologicamente):
ResponderEliminar1)Veranos entre 1988 y 1992 (clases de fulbito, natación, badmington, etc en el Regatas con amigos... salí goleador un año)
2)Verano de 1994, viaje a Nueva York con la familia.
3)Verano de 1997, viaje a Inglaterra por 5 meses. Me sirvió para independizarme.
4)Verano del 2005, conocí al amor que me acompañará el resto de mi vida (ojala ella piense igual..jajaja)
5) Verano del 2038, mi último verano antes de morir a los 58 años (proyección fatalista)
Como bonus track, para no perder la costumbre, diria el verano del 2003 que fue super divertido con amigos de la Usil, epoca de universidad, sin trabajo, de lunes a domingo interdiario a la playa y navegando en la lancha de la ex de un amigo.
Daniel M.
Al que veo feeling es a usted, señor Morales. Qué bueno que mi post, siendo medio personal, haya conseguido tocar las fibras de su corazón...
ResponderEliminarSr. Bustamante, haciendo este ejercicio la felicidad se convirtió en melancolía :( Allá van:
ResponderEliminar1984 Cuando viví en Pucallpa. Fuí felíz metiendo arañas y toda clase de insectos en mis bolsillos. También me acuerdo estar jugando dentro de la piscina en plena lluvia torrencial, de esas que hay por allá.
1987 (maso) cuando me iba a mis clases de ballet después de ver ultra7, jaaa. No se porque siempre me acuerdo de ese verano si nunca me gustó el ballet pero si Ultra 7, jaaa.
1999 Cuando estuve con un novio al cual recuerdo con mucho cariño.
2002 Cuando me compré mi carro y manejaba feliz disfrutando de mi "independencia".
2005 Verano en Las Vegas. What happens in Vegas stays in Vegas!
Tones :D
A ver aprovechando un momento para hacer un recuento de mis veranos:
ResponderEliminar1. Verano del 98: Sí, como la serie argentina. Como olvidar ese infernal verano gracias al fenómeno del niño, pero, como bien lo has reseñado, inolvidable gracias a todas las historias con la gent en la facu de Letras. Irrepetible.
2. Verano del 92: Un viaje familiar q siempre recordaré, conocer nuevos amigos y la nostalgia de sentir, x primera vez a mis 12 años, esa sensación de sentir ese algo x alguien.
3. Verano del 89: Mi ultimo gran verano en Chimbote antes de abandonar la casa que me vio crecer dsd pequeño. Lo q mas recuerdo es una tarea vacacional interminable, por las tards jugar con mis amigos de barrio y en la noche cenar con la familia.
4. Verano del 2000,2001,2002... corríjeme si me equivoco, pero cualquiera de esos años en tu casa de playa con Paul, Martin, Jero, PPCh, Carlitos... Cantando choborras (Aves de Paso), chupando en el malecón y riendonos de cualquier huevada.
(dejo en blanco la 5ta)
Grande Edgar! Los veranos en Totoritas ya no son lo mismo sin ti, mi amigo. Ya viene Sabina en junio. A ver si cantamos Aves de Paso juntos una vez más (y Piedra Redonda del Último.. en mi próximo cumple). Un abrazo,
ResponderEliminarMis mejores veranos
ResponderEliminar1- Veranos en Santa María con mis primas, tías, papás, toda la gran familia Vallejos cuando era niña. Bromeaba en el mar con mis primas a tirarnos contra las olas, corriamos olas con nuestros papás, veíamos como con las más grandes mis tías salían corriendo o se tenían que parar acomodando la ropa de baño etc. Lindo recuerdo.
2- Cuando, durante las vacaciones del cole mis papás a las 7:00am me dejaban en la casa de mis primas y tenía que subir los 3 pisos con mi maletin lleno de barbies para jugar con ellas.
3- Veranos en el Regatas con mis amigas del volley donde tras pasar el día en la playa, bromeando, conociendo chicos, comiendo rico a golpe de las 4:00pm teníamos que ir a entrenar hasta las 7:00pm, matador, para qué, hasta corríamos por la playa 3 descalzas en la arena frente a todos los bañistas (amigos recién conocidos!! jaja, más roche!).
4- Verano o mejor dicho Invierno trbajando en USA donde obviamente volví blanca a Lima pero muy contenta pues pude ahorrar y comprarme mis primeras cosas propias: camara de fotos, laptop, ipod, ropa. Chambeaba como un negro y convivía en una casa con 7 chicas pero salió realmente mostroo!!
5- Uno deseado: Verano viajando por 3 o 4 destinos al hilo. Conociendo diferentes playas o ciudades, siendo feliz.
besos,
Carla
Ese verano del 98 siempre esta en mi mente. Es mas lo utilize como tema para una clase de escritura en el 2000.
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