domingo, 28 de marzo de 2010

Songs on the Road

A pocos días de los feriados de Semana Santa, donde mucha gente sale de viaje –y mucha, sobre todo, por carretera-, planteo ahora volver a la música con una lista de canciones ideales para poner cuando estás de viaje, en la carretera de preferencia, con el viento en la cara y los ánimos despiertos. Cuando solo tienes la pista en el parabrisas y todo por venir. Es una lista de roadtrip songs, pero también califican canciones que pondrías durante un vuelo u otra forma de viaje. Aquí van las mías, con una intro que habla sobre la música de la radio durante un viaje.

INTRO - La autoradio canta, Miguel Bosé
Digamos que de cierta forma expresa el espíritu de este post, muy a la manera de Bosé, por supuesto…



1 . Don’t Stop, Rolling Stones
El tema de la canción no es precisamente viajes, pero díganme si no es rico soltar este clásico de los Stones al son de un buen motor y un mejor destino. De la letra, me quedo con lo que sigue, dentro del ánimo viajero: I know your heart is miles away/ There's a whisper there where once there was a storm/ And all that's left is that image that I'll find a way… Don’t Stop, babe, don’t stop.

2. Get it on (bang a gong), T.Rex
Esta elección es ambas cosas: funcional y emocional. Más que para un viaje, es para una noche de juerga de solteros (googlear la expresión “get it on” si se desconoce su significado). Pero sirve también para los fines de un viaje. Además de esto, está el ritmo y el poder de T.Rex capturándote sin remedio. Y bueno, a mí en particular me trae muchos recuerdos de quien me enseñó a escuchar T.Rex más allá de la banda sonora de Billy Elliot. Un gran amigo que solía poner Get it On a todo volumen como un ritual cada vez que salíamos los fines de semana, mientras hacía retumbar su volante, cual batería. Esta va a tu salud, desde Lima a Nueva York.

3. The Passenger, Iggy Pop
Esta estaba cantada. Puede sonar a clisé, pero qué puedo hacer. Estar en un auto en carretera escuchando The Passenger tenía que estar en esta lista. I am a passenger/ And I ride and I ride / I ride through the city’s backside/ I see the stars come out of the sky. Y cómo olvidar el contagiante Singin’ la la la la la-la-la lá. Tenía que estar: Get into the car, we’ll be the passenger, we’ll ride throug the city tonight. No dejen de hacer click en el link del video, una versión rara pero alucinante cantada a dúo con Bowie.

4. Highway to hell, AC/DC
Un clásico. No podía dejar de mencionar esta canción. Es un delicioso llamado a la emoción extrema. Living easy, living free / Season ticket on a one-way ride / Asking nothing, leave me be / Taking everything in my stride / Don't need reason, don't need rhyme / Ain't nothing I would rather do / Going down, party time / My friends are gonna be there too / I'm on the highway to hell. Esta canción me encanta y disfrutaré “La autopista al infierno” curiosamente en esta de Semana Santa. Además, me hace recordar a Jack Black en School of Rock.

5. American Woman, Lenny Kravitz
No me pregunten por qué esta, quizá porque se me ha quedado grabado el video, en el que aparecen autos en la carretera, o porque he visto alguna película en la que la ponen en el carro, pero esta canción me remite a viaje, aventura, carretera… Así que no dudaré en poner a Lenny la próxima que parta de viaje…

---
Bonus Track
Pisa el acelerador, Joaquín Sabina

Un oda a la vida extrema, a la diversión, a vivir al límite. Como bien dice Sabina –The Sacados lo cantó alguna vez- hay que apretar a fondo el acelerador. No dejen de escucharla, además el video es una reliquia.

domingo, 21 de marzo de 2010

Estos peruanos me caen mal, pues, qué le hago

Ahora una lista de categoría miscelánea, aquellos peruanos que por una razón u otra me resultan insoportables, infumables, intragables. Odiosos, antipáticos o de principios inaceptables. Para mí, claro. Quedan invitados a comentar o criticar mis opiniones, y, si se animan, dar su propia lista de odiados (y amados, también, si quieren), nunca está de más desfogar antipatías. A ver si coincidimos:

1.Laura Bozzo, conductora de televisión
Desde aquel programa en el que azuzó a sus “invitados” a rebajarse por dinero (lamidas de axilas de por medio), pasando por sus arengas fujimoristas, hasta la internacionalización, a través de su programa, de (supuestas) desgracias ajenas, Laura Bozzo se ha ganado a pulso el primer lugar de esta lista. Por su voz de opereta, por su “que pase la esposa infiel”, por su lucro a costa de lo peor de nuestra sociedad y de una realidad sesgada y violenta (así haya sido recreada). Por todo eso y sobre todo porque es sencillamente insoportable. Gracias a Dios ya no la tenemos en nuestras pantallas.

2. Manuel Masías, alcalde de Miraflores
Mi antipatía por este personajucho viene desde sus tiempos de congresista. Luego, como pseudo postulante a la alcaldía de Miraflores tuve la poca fortuna de entrevistarlo y sus posiciones cuadriculadas confirmaron mis intuiciones. Aquella ocasión no llegó a candidatear y me alegré, habiendo pasado toda mi vida en las calles de ese distrito. Pero años después, cuando ganó, hizo lo que quiso: cambios absurdos en las rutas del transporte público, cierre abusivo de discotecas gay, una política antirruidos que linda con lo nazi, participación de sus serenazgos en ataques anti skaters en Larcomar y cómo olvidar la expulsión del distrito de la tradicional Feria del Libro Ricardo Palma, ilustre vecino de miraflorino. Fuera de los insoportables de siempre, quizá sea la persona que más anticuerpos me genere en la actualidad.

3. Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima
El Arzobispo de Lima, Cardenal del Perú, me resulta insoportable. Por su pensamiento ultra conservador, por sus principios de la era de las cavernas, por su afán de controlar la Católica, por su absurda prohibición de matrimonios en capillas de colegios (creo yo por asuntos más monetarios que sanctos), por decir que la Coordinadora de Derechos Humanos era una cojudez, por su duradera simpatía con la era fujimontesinista, por su oposición al Museo de la Memoria, por ser un halcón del Opus Dei. Llámenme caviar, posero, falso antiderechas, pero desde que estaba en la universidad no consigo tragar a Cipriani y toda su fufulla que, incluso, me parece oportunista y nada sincera. Fuera de todas estas razones, quizá todo se trate de que extraño a Vargas Alzamora, que casó a mis padres, además.

4. Beto Ortiz, periodista
Cuando leí que Beto Ortiz salía de canal 2 no pude evitar alegrarme, más allá de las oscuridades que ignoro dentro de la dinámica de dicha televisora. Y trato de no ser irrespetuoso con todo su equipo, que necesitaba, como cualquiera de nosotros, trabajar. A los dos días ya estaba firmando por el 5, así que ya puedo comentar sin culpa: Beto Ortiz escribe muy bien, extremadamente bien, diría, pero su presencia en televisión es, a mi entender, un televidente común y corriente, afectada, burlesca, egocéntrica, busca-rating. Ortiz, con todo lo mal que me cae con sus disfuerzos y ganas de hacerse el cool, debería limitarse a escribir columnas y crónicas, que es lo que mejor hace, y evitarnos su antipática presencia en la TV. Para mí, que conociendo su estilo no lo veo ni haciendo zapping, resulta quizá irrelevante, pero, vamos, es una opción menos que ver cuando uno está aburrido. Y eso jode.

5. Magaly Medina, conductora de televisión
Sé que muchos la adoran, pero yo no logro aguantar su risa forzada, fingida, sus ganas de joder, su –para mí- personalidad acomplejada (como sus arbitrarias luchas –su fijación, más bien- con otra pesada de siempre: Gisela Valcárcel). Habiendo estudiado periodismo, debería haber estado en contra de su encarcelación como algo exagerado, pero estuve de acuerdo: no me pareció un ataque a la libertad de expresión, ni una cortina de humo, sino un castigo para alguien que tenía un largo historial de abuso e irresponsabilidad en el uso de sus poderes mediáticos. Ella dice que hace periodismo, pero montar ampays es lo más lejano a eso. Simplemente tiene un gran hígado y lo hace público a través de su ventana. Mientras no se propase, no hay nada de malo en ello, más allá de que a mí particularmente no me atraiga su rollo. Cuando alguien pone el 9 y escucho la voz de la Urraca, que lo digan los que me conocen, o me voy del cuarto o pido que cambien de canal. Por favor.

--
Otros que no paaasan

La lista es larga, pero podemos resumirla así: Alfredo Gonzáles y Raúl Romero por obvias razones, su tocayo Raúl Tola, Alex Kouri (que no salga alcalde, por dios), Phillip Butters y sus bromas de callejón y su megalomanía, algo parecido me pasa con Aldo Mariátegui y el chato Hildebrandt, y también con Carlos Galdós y su manera de ser cool y pseudo inteligente. Obviamente Fujimori y Montesinos, Keiko y Kenji. Los cantantes Jorge Pardo y Diego Dibós. Carlos Cacho. Rafael Rey y su Pisco 7.9. Últimamente Miyashiro y para cerrar, un must: todos los Humala. De repente estoy quedando como un hígado andante, pero por favor, si tienen algún odiado, y estoy seguro de ello, compártanlo aquí. Déjense llevar.

--
Bonus Track
Los que me caen bien
Es obvio que así como me caen mal muchos personajes famosos de la peruanidad, también muchos me caen bien. Está el espectacular Carlos Álvarez, un pata con carisma y talento; el entretenidísimo Brunito Pinasco; la calle fina de Carlos “Machín” Alcántara; la zurda del “Loco” Vargas; con todas sus cosas, Paolo Guerrero; Gastón Acurio, por más divo de la cocina que sea; Alfredo Bryce con plagios y todo, así como la lucidez extrema de la buena de Martha Hildebrandt. Y Dina Paúcar, por qué no.

domingo, 14 de marzo de 2010

El libro esquivo

Y le toca el turno a la literatura. La siguiente es una lista sobre los libros que dejé a medias, los que más recuerdo (obvio que hay mil que no terminé por malos, a las primeras páginas, por ejemplo algunos peruanos cuyo nombre prefiero olvidar). No los terminé por diversos motivos, es más, esta lista de 5 son todos libros geniales, salvo el Bonus Track, que si dejé por intragable. Aquí van los 5 libros más importantes que dejé a medias (y que espero terminar algún día):

1. Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes, 864 págs, 2 tomos.

Me avergüenza decirlo, pero sí: el gran Quijote, clásico de clásicos. Pero también un libro divertido, un tema que no pierde vigencia con el paso de los siglos, un humor fino que en realidad es un pecado haberlo dejado en la no tan temprana página 351. Mi marcador aún está ahí, durmiendo entre la 350 y la 351, como queriendo decirme “tienes que terminarlo, tonto”. Así lo encontré hace unos minutos en mi biblioteca, en busca de libros dejados a medias. La razón de mi abandono evidentemente no es por falta de calidad, ni por un lenguaje intragable. Ni siquiera por falta de entretenimiento habiéndome reído a más no poder en varios capítulos con sus geniales personajes. Simplemente fueron circunstancias que ya ni recuerdo, descuido de seguro. El Quijote es mi número 1 en esta lista sí o sí.

2. Los miserables, Victor Hugo, 1.456 págs, 2 tomos.
Me apasiona la historia del sufrido Jean Valjean y del implacable inspector Javert, la revolución francesa y las guerras napoleónicas, la injusticia redimida por la bondad y el perdón, la fuerza de la voluntad a través de los años. Me gustaron las dos versiones cinematográficas que vi, y también el magnífico ensayo de Vargas Llosa así como por supuesto la novela original. Sin embargo, algo hizo que no pudiera acabarla. Quizá saber cómo terminaba la historia, quizá por las fabulosas pero interminables descripciones de batallas y situaciones (virtud en este clásico universal, para nada defecto), y otra vez por las circunstancias en las que la leí, cansancio nocturno, voluminosidad de los dos tomos, etc. Llegué a una respetable página 130, a inicios del segundo tomo, es decir, a la página 976 del total. Es, sin duda, una deuda que tendré que saldar pronto.

3 . La condición humana, André Malraux, 302 págs.
Este es un libro que he intentado leer, hasta ahora, tres veces. Las tres tuve diferentes progresos, todos desde cero: pág 50, pág 75, pág. 121. Y a cada intento me terminaba gustando la historia más. La profundidad de los diálogos, muchas veces crípticos, las descripciones preciosistas, bellas, tan reales que parecía que estuvieras ahí, presto para tocar, ver u oír tal o cual cosa, situación o personaje. No sé, simplemente creo que no estaba listo para leer esta genialidad de Malraux, compleja como su propio título lo indica, en ninguna de las tres oportunidades en las que lo intenté, la primera de ellas a los 18 años (impulsado por recomendaciones varias). Estoy seguro de que el siguiente intento podré terminar esa edición de lujo que, con mis propinas, logré comprar hace ya 12 años.

4 . Mientras agonizo, William Faulkner, 244 págs.
Teoría de los vasos comunicantes. Faulkner me deslumbró por su maestría técnica, que ya había disfrutado en El oso. Escrita en tan solo seis semanas, me fue atrapando la historia casi tragicómica de esta familia que pierde a su matriarca y lleva su ataúd por el sur estadounidense para enterrarla donde ella deseaba. Capítulo tras capítulo, voces que se vuelven otras y que incluso vienen del más allá, una historia que va siendo narrada desde diferentes puntos de vista, pero yo, lector ingenuo, pensé que podía terminarla de a pocos, antes de dormir, y terminé confundiéndome, perdiéndome. Definitivamente no es para leerlo a retazos, sino de un tirón, novela difícil esta, para mí al menos. Estoy seguro de que la próxima vez que agarre el libro que sigue al lado de mi cama llegaré más allá de la página 111, hasta el final. Lo prometo.

5 . Ponche de ácido lisérgico, Tom Wolfe, 456 págs.
Que me caiga muerto si no considero esto un pecado. Adoro a Tom Wolfe. He leído sus grandes clásicos como La izquierda exquisita, El Nuevo Periodismo, El Periodismo canalla, incluso La hoguera de las vanidades… pero con este libro sí que no pude. Tremenda la historia de Ken Kesey, el autor de One flew over the Cockoo’s nest (Atrapado sin salida), con Neal Cassady (el legendario Moriarty de On the road de Kerouac), conduciendo el autobús beat de los “bromistas” en un road-book digno de Allen Ginsberg, amigo de sus protagonistas, por cierto. Y esto sumado a la prosa loca, desenfadada, encantadora, galopante de Wolfe. Hasta ahora me pregunto por qué no pude terminarlo, por qué llegué solo a la página 133. ¿Por qué terminé Oswald, de Mailer, que supera las 900 páginas, y no este, que es más corto y de un autor que me gusta incluso más que mi adorado Mailer? Es como en los cuatro libros anteriores, quizá no fue el momento. Ya vendrá, Tom, ya vendrá.

---
BONUS TRACK
La casa de los espíritus, Isabel Allende, 454 págs.
En este caso, creo que el único de toda la lista, y quizá por eso su calidad de “bonus”, dejé el libro a la mitad a propósito. Ya no podía soportar el empalagoso estilo de Allende, el engorroso argumento y, sobre todo, el sinfín de insufribles similitudes con Cien años de soledad, salvando las grandes, grandísimas distancias, y eso que Gabo no me gusta demasiado. Sé que a muchos le gustan los libros de Isabel Allende y sobre todo este, su “primera y gran obra”, pero para mí fue una experiencia insoportable, que me indignó. Hice el esfuerzo por terminarla, porque fue un regalo de unos buenos amigos españoles que querían “sacarme un prejuicio”. Pero no pude. A la página 192, todo un milagro, dije basta. Aún sigue ahí el marcador que también ellos me regalaron, una imagen de la cueca chilena, y seguirá ahí, sin moverse, para siempre.

domingo, 7 de marzo de 2010

Placeres culposos (I): Dibujos animados

Empiezo con una serie de placeres culposos en diversas categorías que se irán publicando poco a poco. Por placeres culposos entiéndase aquellas canciones, películas, libros, en este caso, dibujos animados, que nos gustan (o han gustado) y que por los que no podemos evitar sentir un poco –al menos un poco- de roche al admitir que sí, pues, nos gusta tal o cual canción o película, a pesar de su cuestionable calidad o procedencia. Por eso ojo, los dibujos animados ennumerados a continuación no son aquellos que en mi opinión merezcan estar en el parnaso del género, por lo que no podremos encontrar en esta lista a Los Simpsons, Batman, Los Pitufos, Bugs Bunny, Transformers o Los Thundercats. Ni siquiera a Caballeros del Zodíaco o Dragon Ball Z. Son simplemente dibujos que me encantan, incluso hoy cuando los veo, a pesar de lo mucho que me puedan molestar por ello (y con justas razones). No he podido encontrar ninguno muy actual, supongo por mi edad (¡No logro entender por qué gusta Ben 10!). Sé que me expongo con esto, pero ahí van:

1 Candy
Sí me buscas tú a mí me podrás encontrar, soy tu amiga Candy, este es tu lugar. Sí, confieso que me gustaba ver Candy de chico y que, aun hoy, si haciendo zapping me encuentro a la chica de bucles dorados persiguiendo al Príncipe de la Colina o diciendo con dejo afectado “An-tho-ny” en algún canal retro definitivamente me quedaría pegado un buen rato. Gira gira carrusel tus ruedas de cristal. Algunas cosas que nos gustan de niños se desdibujan con los años, pero con este dibujo -culpable soy- no me sucede en lo absoluto.



2 Jem
No solo Jem, la chica del maquillaje rosado –sí, rosado- me entretenía de crío. También lo hacían, y en grande, su grupo The Holograms, su computadora madre –cuyo nombre no recuerdo- y su grupo rival, The Misfits, la malas de la película. Quizá la inclusión en la lista no sea tan apropiada pues ahora, a mis 30, no creo que disfrutara alguno de sus capítulos si los viera. Llamémosle nostalgia mezclada con un requisito indispensable: cierta vergüenza a la hora de admitir que claro, todo tenemos nuestros placeres culposos, incluso si vienen de la chiquititud, y hoy por hoy no puedo negar que veía Jem, por más chacota que hagan mis patas cuando se los recuerdo.

3 Marco, de los Apeninos a los Andes
En un pueblo italiano al pie de las montañas vive nuestro amigo Marco. Según mi madre este era el dibujo animado que más me alucinaba cuando era un pedazo de carne de tres o cuatro años, y no lo dudo. Un día llega la tristeza a su corazón, mamá tiene que partir cruzando el mar a otro país. Luego, cuando tuve un poco más de edad –quizá demasiada- no pude evitar seguir sufriendo junto con Marco, el pequeño de 13 años que buscaba a su madre por todo el mundo. Ir con él desde los Apeninos hasta Argentina cantando no te vayas mamá, no te alejes de mí, adiós mamá, pensaré mucho en ti, si no vuelves pronto iré a buscarte donde estéees. Un clásico instantáneo, al menos para mí, un sentimental empedernido. Claro que sí: qué roche.

4 La abeja Maya
Maya, la abeja, el saltamontes Flip, la araña Tecla, el ratón Alejandro, toda una pandilla de un bosqué que me marcó de chico. Hasta ahora se me escarapela el cuerpo cuando escucho el Maya, maya, es nuestra amiga la abejita que busca en todas las flores la miel de la verdad. Incluso si alguien la canta con cambio de letra chacotero, un clásico desde la época del colegio. Esa abejita preguntona es, además, la única abeja que podrá gustarme en toda mi vida, considerando mi fuerte apifobia. ¡Y es que odio a las abejas! Pero a Maya no, jamás.

5 Angel, la niña de las flores
Lo peor de que me gustara y me guste Angel, la niña de las flores, es que la historia contiene un gran absurdo: se pasa buscando la famosa flor de los siete colores por todo el universo para encontrarla, en el capítulo final, ¡en el jardín de su casa! Pero no importa. En estos casos creo que el gusto, culposo o no, se asienta en nuestra memoria auditiva, más que en la argumental o anecdótica. Simplemente no puedo con la canción del Capitán Memo, ni con las voces de sus fieles animalitos ni con la de sus villanos entrañables. Un placer culposo a todas luces. Con tu llave mágica buscas esa flor, nos darás felicidad… Angel, estrella de las flores, con ejemplos de amor.

---
BONUS TRACK
Los Teletubbies
Lo digo sin rodeos: no es, ni de lejos, un placer culposo, ni un placer en absoluto. Todo lo contrario, no hay programa para niños (por eso lo incluyo aquí sin ser dibujo animado) más idiotizante que este, en mi modesta opinión. Pero no dudo de que sea el placer culposo de mucha gente, así que vaya para los odiosos Teletubbies una especie de mención honrosa, un abazo-besho, aunque no pertenezcan a mi lista personal. El que ame a los Teletubbies ¡por favor, dígalo!