Antes de que misiles teledirigidos, sofisticadas
armas de fuego y tanques y aviones determinaran el destino de las guerras, la
espada era el arma por excelencia, una vez que el hombre dejara los palos y
conociera el manejo del metal. Durante siglos, hasta hace relativamente poco,
las espadas –quizá junto con el arco y la flecha- fueron el principal artefacto
para enfrentar las guerras. Y no solo eso, las disputas. Los duelos eran, antes
que a pistolazos, definidos por la habilidad del espadachín, una habilidad
distinta de la del buen tirador, con una performance necesaria más grácil y
elegante, más exquisita, y que, por cierto, podía traer incluso una muerte más
dolorosa –aunque no por ello menos sublime- que un balazo o un garrotazo en la
cabeza. En esta lista hablaré de las espadas que han marcado mi imaginario, mi
educación existencial-sentimental (en el Bonus Track hablo un poco, con
Internet e investigación en mano, de las espadas históricas famosas), que son
más reales en la ficción, quizá, que en la realidad. Han quedado fuera de la
selección algunas espadas legendarias también, como la que manejaba el Zorro
con tanta destreza, y que la prefería antes que el revólver, o las espadas de
Los Tres Mosqueteros, cuya habilidad y gallardía los hicieron famosos más que
por sus mosquetes por sus armas blancas. En un punto intermedio se encuentra,
claro, la espada de Damocles, salida de la leyenda (más que mitología) griega,
donde el cortesano Damocles disfruta los placeres de un rey pero, de pronto, se
da cuenta que pende sobre su cabeza una filuda espada sostenida únicamente por
un pelo de crin de caballo, con lo que renunció a sus beneficios
inmediatamente, anécdota que ejemplifica, de alguna manera, la inseguridad de
quienes ostentan un gran poder y pueden perderlo de un momento a otro, como
Damocles con la espada sobre él. Pasemos a la lista y si me ayudan a
enriquecerla, tanto mejor…
1. Las
espadas láser de Star Wars
Marcaron toda una generación,
incluso la actual, con las secuelas de la trilogía original de Star Wars.
Obi-wan Kenobi, el maestro Jedi del protagonista Luke Skywalker, le decía que
era “un arma más elegante, digna de otros tiempos” (cito de memoria). Elegante
sí, pero letal y perfecta. Luz y poder que emergen de un mango metálico. ¿Qué
niño que haya sido fan de Star Wars no soñó alguna vez con tener su propia
espada láser (de color rojo, como la de Darth Vader, quizá), y, en sus juegos,
imitó con su propia voz y sin rubor alguno aquel sonido como de ráfaga que
indicaba el despliegue de aquella luz cortante e inimitable? Incluso en estos
tiempos de Playstations, 3D y nuevas tecnologías, los tan de moda iPhones
tienen aplicaciones del mundo Star Wars donde puedes mover tu teléfono como si
fuera el mango de una espada láser y escuchar esos míticos chasquidos de una
luz contra la otra. Como en esas luchas entre Luke y Vader, entre Obi Wan y
cualquier Sith que se le pusiera enfrente.
Luke, cuando Obi-Wan le da la espada de su padre. |
2. La
espada del augurio
Salida también de la ficción,
específicamente de los dibujos animados, la espada de Leon-Oh, el líder de los
Thundercats, que lleva el poderoso Ojo de Thundera en su empuñadura, marcó
también mi infancia. Y es que era una espada que hacía muchas cosas. Era pocas
veces usada por su “amo” como espada, en realidad: casi nunca atacaba a nadie
ni se agarraba a espadazos con sus enemigos pues ellos no usaban espadas, y sin
embargo las funciones de su espada eran alucinantes para los niños que veíamos
The Thundercats: podía “ver más allá de los evidente”, es decir, el futuro,
poniendo sus ojos sobre la empuñadura; y por supuesto podía pedir auxilio a sus
compañeros con el famoso “Thunder, thunder, thundercats oooh”, que hacía que la
espada, que era casi una daga, creciera y proyectara sobre el cielo, a manera
de batiseñal, el símbolo de los felinos cósmicos. El Ojo de Thundera también
tenía poderes, lanzaba rayos, me parece, y contenía los ataques de Mum-Rha. En
resumen: era cojonuda. Por supuesto que tuve mi propia "espada del augurio" de plástico y, luego, los muñecos de los Thundercats, cómo no.
Leon-Oh, el líder de los Thundercats. |
3. Los
sables de Hattori Hanzo
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Uma Thurman y su espada H.Hanzo. |
Esto es algo más reciente: los
dos volúmenes de Kill Bill de Quentin Tarantino. Durante ambas películas se nos
hace ver que los sables de Hattori Hanzo son “invaluables”, como dice el propio
Bill, o que pueden ser cambiado por un millón de dólares, tan fácil como eso.
Uma Thurman como la protagonista, La Novia, o la Mamba Negra, viaja hasta
Okinawa, en Japón para que Hattori Hanzo rompa su juramento de 28 años de no
volver a hacer una espada para poder usarla contra Bill. Hanzo es claro: “creé
belleza y tuve éxito, pero creé algo que mata gente” (cito nuevamente de
memoria). El calificativo de leyenda hacia las espadas de Hattori Hanzo va
creciendo con la película. En la acción, vemos cómo rebana brazos, cráneos y
otras espadas como si fueran mantequilla, e incluso termina con la vida de una
de las enemigas principales, O-Ren Ishii (Lucy Liu), cortándole la parte
superior de la cabeza, quien antes de morir tiene tiempo para decir: “Esa sí
era una espada de Hattori Hanzo”. Un clásico del cine del siglo XXI y una
espada –o espadas- que se une a las legendarias de mi parnaso personal.
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Excalibur saliendo del lago. |
4. Excalibur
y el Rey Arturo
Desde chico me gustaba la leyenda
del Rey Arturo y su Mesa Redonda, de la espada Excalibur y del Mago Merlín. De
cómo Arturo se convertía en rey al sacar, a los 16 años, una espada atrapada en
mármol que respetables caballeros que aspiraban al trono no podían mover ni un
milímetro. Pero a diferencia de lo que pueda pensarse, esa espada inicial no es
la famosa Excalibur: esa espada, en su reinado y en medio de una batalla, es
perdida por Arturo, quien le pide un reemplazo a su amigo, el Mago Merlín. Este
lo lleva a donde la llamada “Dama del Lago”, quien le regala la poderosa Excalibur, cuya vaina era mágica. Merlín le
advierte a Arturo: “Guardad bien esta vaina puesto que mientras la llevéis no
perderéis nada de sangre, pero un día llegará una mujer en la que confiáis y os
la robará”. Finalmente, fue Morgana, hermana de Arturo, quien molesta por un
matrimonio impuesto, le roba la vaina y la lanza al mar. Sobra decir que de
niño también veía los dibujos del Rey Arturo y cómo este vencía a sus rivales
con la gran Excalibur.
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Aragorn y Andúril (antes Nársil). |
5. Narsil, la espada que
derrotó a Sauron
Qué puedo decir, me encanta Tolkien y El señor de
los anillos: en películas y en libros. Y en esta historia una de las
principales protagonistas es Narsil, la espada que blande Isildur para derrotar
a Sauron, el gran enemigo de la Tierra Media. En la historia de Tolkien existe toda una mitología alrededor de la
espada, sus restos, a quién fue heredada y cómo resurge, una historia contada a
lo largo de los siglos y que va a la perfección con ese toque de Tolkien de
poner mucho énfasis en el linaje de sus protagonistas. Narsil fue empuñada por
Elendil el Alto, rey de Arnor y Góndor tras la caída de Númenor en la Guerra de
la Última Alianza contra los ejércitos de Sauron. Cuando todo parece indicar
que los humanos (y elfos) serán derrotados, Elendil ataca a Sauron y termina muerto,
con Narsil rota por su propio peso al caer. Es ahí cuando Isildur, su hijo, toma
la hoja de la empuñadura y, con Sauron desprevenido, le corta con ella el dedo
donde este llevaba el tan famoso Anillo Único (el que Frodo intenta destruir
siglos después). Luego de rota, los trozos de Narsil van a parar a Rivendel, la
tierra de los elfos, donde es vuelta a forjar para ser entregada a Aragorn,
heredero de Elendil e Isildur, lo que puede ser visto en las películas de Peter
Jackson. Aragorn termina la tarea y usa la espada, que cambia de nombre a
Andúril luego de reparada, para la última lucha contra el señor oscuro. Esta
historia es, además, una en la que las espadas, hachas y flechas tienen mucho
protagonismo, donde las luchas cuerpo a cuerpo, metal contra metal son un
personaje más, por lo que no resulta extraño el peso argumental que recibe esta
espada. Y me gusta también por un simple motivo: es un espadón, que en la
película exageran al máximo, siendo mucho más “alta” que el propio Aragorn.
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BONUS TRACK
Espadas históricas
Fuera de las espadas que captaron mi atención de niño a adulto a través
de referencias como la literatura, el cine o la televisión, también están
aquellas famosas espadas que existieron en la realidad, o al menos en la
leyenda sin comprobar, algunas de las cuales están incluso en museos. De estas,
la que más me gusta, porque la conocí a través del cine, es la del escocés
William Wallace, cuya historia contó Mel Gibson en “Braveheart”. Wallace es un
mítico líder escocés que se opuso al dominio de Inglaterra allá por fines del
siglo XIII y comienzos del XIV. Es conocida también su muerte a manos del rey
Eduardo I, su desmembramiento y, claro, la inspiración que su coraje produjo en
los escoceses. La escena final de la película es la espada de Wallace lanzada
al aire hasta que cae clavada en las tierras escocesas. Hoy, esta espada está
en el Museo Nacional en Stirling, Escocia: mide 132 centímetros y pesa casi tres
kilos. La historia cuenta que el rey Jacobo IV de Escocia pagó 26 chelines por
recuperar la espada de Wallace, que estaba a manos de ingleses. Otras espadas
históricas son, sin duda, las del Cid campeador, como la espada Tizona, que se encuentra en Burgos, y
la espada Colada. Incluso, según pude
encontrar en Internet, porque no lo conocía, hay una espada peruana famosa,
conocida simplemente como La espada del Perú, fabricada en Lima en 1825 y
regalada por el municipio a Simón Bolívar como agradecimiento por las batallas
de Junín y Ayacucho, que significaron la independencia final frente a España.
Es una espada de oro macizo de 18 quilates, con piedras preciosas y dibujos,
entre ellos el escudo de armas del Perú. Están también el sable de San Martín,
la espada de Napoleón, y varias espadas venidas del oriente, como la famosa
Honjo Masamune, hecha por un forjador del mismo nombre, Masamune, una especie
de Hattori Hanzo del siglo XII.