Hace tiempo que tenía ganas de hacer esta lista. Y no la hacía por un poco de temor de caer en el clisé, o por sentirme un poco neófito en el tema de las pinturas y el arte. Sin embargo, algo de arte he visto, algo de Louvre, D'Orsay, Prado y Reina Sofía he visto, y por último algo de Google, postales y replicas he visto, así que, con el perdón, pasaré a mencionar mi lista de cuadros preferidos
ever. Esos que me parecen
de la wich, como dirían por ahí. Pero antes, debo mencionar algunos que no entran en la lista de 5 más bonus track, pero que no quisiera dejar de recordar, como esas maravillosas estampas de la cotidianidad de Vermeer, algunas de las obras más locas de Dalí (me encanta El Gran Masturbador, por ejemplo), esos monumentos que recubren el interior de la Capilla Sixtina, obra de Miguel Ángel, la propia Monalisa, que no es mi
wow personal pero que tiene suficiente misterio como para enganchar, o Miró, o Pollock, o Turner, o la maravillosa cabra con violín de Chagall o los paisajes tahitianos de Gauguin (leer
El paraíso en la otra esquina y las descripciones de Vargas Llosa de sus cuadros son una verdadera delicia). Supongo que estoy dejando de lado mucha pintura contemporánea, y para eso están ustedes, para llenar mis vacíos con sus propios favoritos, pero intuyo que soy de gustos más clásicos, por qué no, más comunes. Aquí va, pues, mi lista.
1. La balsa de La Medusa, de Géricault (1819)
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Inspirada en el naufragio de la Méduse en las costas
de Mauritnia en 1816. |
Ya lo he dicho antes: me fascina el tema de los naufragios, desde
Robinson Crusoe hasta Tom Hanks en
Naúfrago, pasando por
La isla misteriosa de Verne, así de amplios son mis gustos. Este cuadro me dejó impactado cuando lo vi: realmente impresionante, no solo por su tamaño -mide 491 x 717 cm, sino por lo descarnado de su contenido, más aún cuando representa un hecho real: el naufragio de la fragata francesa Méduse en las costas de Mauritania en 1816, donde 147 personas quedaron a su suerte en una balsa malamente construida, y de las cuales solo sobrevivieron 15 luego de los 13 días que duró el incidente. En el cuadro de Géricault se pueden revivir, como en una película, y sentir también, el hambre, la desesperación, la falta de agua, y finalmente el canibalismo y la locura que debieron soportar dichos hombres. Saber que esta pintura fue la primera gran obra de su autor, quien la terminó a los 27 años, y también que para hacerla, por ser retrato de un hecho de su tiempo, llegó a entrevistarse con dos de los supervivientes, que hizo que el carpintero del barco le fabricara una maqueta de la embarcación original, todo eso es de por sí admirable. Julian Barnes, en su gran libro
Una historia del mundo en 10 capítulos y medio, se pregunta cómo se puede transformar la catástrofe en arte. Se responde diciendo que quizá lo malo que sucede lo hace precisamente para que pueda ser explicado, disculpado, reflexionado. Más allá de eso, Barnes apunta que el autor tuvo que decidir qué pintar y qué no. Géricault decidió NO pintar el canibalismo (solo sugerido), ni el accidente, ni los motines nocturnos, ni los asesinatos, ni la balsa ya hundiéndose, ni el rescate final. ¿Qué pintó? No una escena de naufragio, ni siquiera la propia Medusa. Dice Barnes: "No es que simplemente nos imaginemos los atroces padecimientos de aquella embarcación fatal, no es que simplemente nos convirtamos en sufridores. Ellos se convierten en nosotros". ¿Por qué? Porque "todos estamos perdidos en el mar, zarandeados entre la esperanza y la desesperación, llamando algo que tal vez nunca venga a rescatarnos. La catástrofe se ha convertido en arte y ese es un proceso liberador, engrandecedor, explicativo. Para eso sirve la catástrofe".
2. Perro semi-hundido en la arena, de Goya, 1819-1923
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Goya en fase casi abstracta. |
Así como
La balsa de La Medusa me encanta por todos los significados, emociones y datos históricos que encierra, el
Perro semi-hundido en la arena, de Goya, me encantó al instante cuando lo admiré, sí, lo admiré por primera vez en una juvenil visita al museo del Prado, en Madrid. Quizá no es la obra más famosa de Goya, quizá no es una de sus majas vestidas ni desnudas, pero a mi me fascinó la simplicidad de esa figura que roza la abstracción, ese pequeño tragado por un mar de arena de hermosas gamas marrones. Tan simple pero a la vez tan armónica, tan llena de sentido ante los ojos de un joven que piensa en el amor y sobre todo en el desamor, en la pérdida y en la esperanza. Desde entonces fue una de mis favoritas. Extraño el marcador de libro que aquel día me compré y que luego perdí a manos de una ex de cuyo nombre no quiero acordarme. Sin embargo, luego conseguí que me trajeran una postal y luego una persona muy querida me hizo el regalo de plasmarlo en un cuadro por entregas. Estoy en proceso de enmarcarlo. Veo la postal cada día antes de dormir, pronto veré el cuadro cada vez que llegue a casa, como la original hizo lo propio en la quinta de Goya.
3. La noche estrellada, de Van Gogh, 1889
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Un gusto compartido. La nostalgia que se siente. |
Esta debe ser la favorita de varios. No he tenido la suerte de verla en vivo, pues el original está en Nueva York, ciudad que aún no conozco. Sí he visto otros paisajes estrellados de Van Gogh, sus autorretratos, su célebre pintura de su habitación, pero no
La noche estrellada. En algún momento mi gusto por este cuadro hizo que lo utilizara como base para trabajos de diseño en la universidad, y luego una gran amiga me regalo una postal por mi cumpleaños porque sabía que me encantaba. Hasta ahora la tengo, luego de tenerla muchos años al lado de mi cama, ahora tiene un lugar de privilegio en mi casa. Y, cómo no, el fondo de pantalla de mi celular es esta pintura neo-impresionista de Van Gogh. A otros podrán gustarle más sus
Girasoles, pero me quedo con la nostalgia eterna de ese cielo estrellado, de ese pueblo que duerme bajo la amarilla luna, con esos intensos negros que emergen de la noche. Esta lista, aunque tiene varias pinturas conocidas, favoritas de muchos seguramente, ha sido muy difìcil de elaborar por mí, sobre todo a la hora de elegir el orden... Pues nada, la número 3 es
La noche estrellada de Van Gogh.
4. Las meninas, de Velásquez, 1656.
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Juego de espejos, de observadores y observados. |
Esta también la vi en vivo en el Prado. Esta también hizo que me comprara un marcador de libro para recordar la carita de Margarita de Austria. Recuerdo claramente cuando la vi, en esa sala del museo español, a lo lejos, situada al fondo, con retratos de Felipe IV alrededor. También recuerdo el maravilloso ensayo que da inicio a
Las palabras y las cosas, de Foucault, donde analiza punto a punto los elementos de este cuadro, descartando los elementos históricos del mismo para finalmente describirla como una obra en la que el espectador se hace partícipe dinámico y activo de su representación. El juego de espejos y miradas, el movimiento, el propio Velásquez, todo en una especie de meta-pintura, el ojo dentro del ojo, con un observador ahí casi imperceptible que también nos mira. Absolutamente fascinante. Aún conservo el marcador de libros, por cierto.
5. Galatea de las esferas, de Dalí, 1952
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La musa inspiradora por excelencia: Gala. |
Quizá no sea tan conocida como
La persistencia de la memoria, o incluso como
La desintegración de la persitencia de la memoria, ni siquiera como
El Gran Masturbador, que ya mencioné, pero las pinturas de Gala en general han sido un pilar importante en la obra de Dalí. Al menos de lo que más me ha llamado la atención del maestro de Figueres. Hay tres que especialmente me gustan:
La galatea de las esferas, que aquí destaco, donde el rostro de su amada está formado por átomos cuyo punto de fuga es la boca; Gala posando frente a la ventana, mirando el Mediterráneo, que además llevó a la escultura (en el paseo marítimo de Marbella puede apreciarse una hermosa), y un cuadro que fusiona un poco ambas perspectivas:
Gala contemplando el mar Mediterráneo que a 20 metros se convierte en el retrato de Abraham Lincoln, especialmente su segunda versión, la de 1977, donde el juego visual parece un mero alarde del ya genial pintor. Me parece que Dalí es demasiado loco y demasiado genio como para que un simple mortal como yo haga el intento de interpretarlo. Solo me limitaré a decir que sus pinturas de Gala, sobre todo las de este tipo, me tienen hipnotizado. Como los átomos fugando de su boca.
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Bonus Track
Guernica, Picasso, 1937
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Obra maestra de Picasso en homenaje a la destrucción
de Guernica a manos de una bombardeo ítalo-germano. |
Qué se puede decir de este monumento que es el Guernica de Picasso. Qué se puede decir cuando entras a una sala llena de estudiantes menores que tú y ves tremenda pared de siete metros de largo por tres de alto, con figuras animales retorcidas por el dolor y la pérdida, equinos y toros que sabes representan la impotencia frente a un absurdo bombardeo sobre una ciudad inocente, en una guerra estúpida. Esta obra es bonus aquí pero es universal desde todo punto de vista, ahora que lo pienso debió estar en el número 1: Picasso era genial, sí, y es de admirar su obsesión por pintar, aunque le quitaran las brochas, como una vez dijo, hasta con la saliva sobre las paredes. Esta obra te deja sin aliento. Yo me quedé más de media hora observándola en el Reina Sofía de España, sin decir palabra, sin casi respirar. Confieso que lloré.